domingo, 1 de noviembre de 2015

Capítulo XI: Invocaciones

El Gran Sueño
Vol. I: La Búsqueda

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-Capítulo XI-

Invocaciones



1

- Aja, aja… está por venir - concluía diciendo la anciana con su voz trémula tal como el ruido que hace una lija sobre las maderas. Dejó que la puerta golpeara y el eco retumbó en toda esa cueva.

2

Desde las noticias recibidas hace ya medio año cuando Sorpish y Rom se presentaron en sus aposentos, había un problema importante que lo tenía sin cerrar un ojo y había trastocado su tranquilidad, hasta entonces impasible. Sabía que de no haber sido por unos pocos segundos de retraso aquel día en Newcastle, hubiera descubierto el misterio.    Durante toda la persecución le ganaron por detalles, pequeñeces. Reconoció para sí mismo que había subestimado el poder de influencia de Túkmuney y de su estrecho círculo. Y esa vez en que enfrentó su energía con la de Simploy terminó por reconocerlo. Si tan sólo hubiera nacido junto a él las cosas serían ahora muy distintas. Parecía repetirse la historia, pero de forma espejada. Cómo un mínimo detalle puede cambiar el curso de un proyecto: justamente esa noche en que Simplem despertó de la cápsula y huyó del castillo él no estuvo allí para presenciarlo. Y ahora, la reaparición de los Ripul, la piedra de poder del al fin y al cabo exterminado Zilti en manos de sus enemigos, el Elfo renegado, Simploy misma usando sus dones contra él, y esos jovenzuelos comunes, ¿quiénes eran…? Si ya todas las familias de los Numerosos habían sido exterminadas, si nadie ya intentaba practicar la Magia y ni siquiera se creía en su poder, ¿cómo se explica el papel de estos comunes en este dilema?
Tenía un mal presentimiento, pero como nunca había sido un buen vidente no era capaz de vislumbrar el significado. Y pensó “debo ir a verlas”, y de un momento a otro, Óctubeus ya estaba sobre su caballo cubierto con la túnica sedosa azabache galopando, seguido por tres caballeros de su séquito de hombres sombra. Cruzaron veloces el puente levadizo y, sin más, los caballos corrieron en una misma dirección: siempre al sur, nunca cambies el rumbo. 
Sin que el cielo lo indique, porque siempre era oscuro en esos sitios perdidos en
los mapas, varias horas habían quedado atrás. Óctubeus que sí entendía de sus regiones, contabilizaba seis horas. Los caballos aún corrían desplomando la tierra añeja dejando nubes a su paso. Sus jinetes pretendiendo ir aún más rápido, le espuelaban los vientres una y otra vez acompañando con gritos. Siempre hacia el sur.
            Las cuatro figuras negras iban surcado el desierto de desolación, porque en siquiera trescientos kilómetros cruzáronse con una vida, ni vegetal, ni animal, y menos aún, con una vida humana. Un poco más y ya arribarían a destino; los gélidos ojos de Óctubeus ya divisaban las siete chozas de piedra y paja, y el olor nauseabundo era percatado por los cuatro jinetes. Una última corrida veloz y ya surcaban con sumo sigilo para no resquebrajarlo, el delgado puentecillo de troncos y sogas que crujía y se meneaba de un lado al otro; a caballo fueron cruzándolo, un paso en falso y las turbias aguas los chuparían para siempre. Del otro lado desmontaron.
            Luego de atar a su caballo junto a los demás, el mago oscuro, solo, fue hasta la choza de piedra y paja que saludaba a los viajeros, pues un gran cartel tallado rústicamente se alzaba sobre la puerta ovalada: “Bienvenidos”, decía nada más. Óctubeus llamó a la puerta golpeando dos veces la clavija redonda de hierro clavada. Y sin tener que aguardar mucho más tiempo, una anciana de incalculables años, mucho más mayor que el mismo Óctubeus, lo hizo pasar.
- Buenas, pase, pase, por favor -, y la anciana cerró la puerta.
            Allí dentro, dispuesta en el medio de la pequeña habitación había una mesa rectangular asistida por seis señoras muy ancianas, aunque a dos de ellas se le traslucían algunos cuantos años más de edad que el resto.
- Siéntate Óctubeus - le dijo la sentada en la punta que enfrentaba la puerta -, allí, allí - indicaba haciendo señas al lugar que estaba vacío, justo frente a esta anciana. Y el mago tomó asiento.
            La instalada en el segundo asiento si contamos a partir del mago y seguimos el sentido de las agujas del reloj, dijo haciendo oír su voz chillona- Estábamos aguardando su visita, gran mago, ¡pensamos que vendría antes a escuchar nuestros consejos! - lo miró levantando sus arrugados párpados.
- Pues he venido, aquí estoy - respondió en seco y manteniendo el rostro inmutable, Óctubeus.
La más anciana de todas, sentada en el lugar número siete y por tanto, del lado derecho de Óctubeus, entrecerró los ojos de color tormentoso, a veces eran del color de un vino tinto y otras veces negros como la túnica del mago, alzó los pesados párpados y estrujando los labios como quien mordisqueara un limón, habló ásperamente directo a Óctubeus - Nos alegra que estéis aquí, Óctubeus, como siempre digo cada vez que te veo. Parece ayer cuando hacíais tus primeras pociones y encantamientos,¡siempre muy avanzados, desde luego, sí, sí que lo eran…! - toció casi escupiendo saliva -. No voy a caer en la melancolía de una vieja, así que te preguntaré qué te ha traído hasta las Siete Brujas del Sur, gran mago Óctubeus.
- He venido por dos cuestiones, señoras - respondió echándoles un vistazo a todas -. La una es que preciso información, la otra…
- Cuéntanos la “una” primero, gran mago, vamos por partes, aprovechemos que el tiempo corre a nuestro favor - interrumpió de súbita forma la ubicada primera.
- Bueno señoras, he recibido noticias atípicas - poniendo más acento en la primera “i”- sobre Túkmuney y su pequeño grupo, por ejemplo que Ewon tiene en su poder la piedra de Zilti - los murmullos llenaron la pequeña recámara, pero Óctubeus prosiguió -, y de pronto han buscado, juntado, cooptado, a cuatro jovenzuelos del mundo de los hombres comunes -. Las ancianas brujas intercambiaron algunas miradas, pero ninguna interrumpió - Bueno señoras, son ustedes las dueñas de las Fuentes, preciso detalles sobre el tema, quiero saber quiénes son estos chiquilines, por qué los han buscado.
- Oh, si, si, dos de tus hombres vinieron hace un tiempo, lo recordamos - dijo chillona la quinta -, los traidores volaban en las aves de antaño, en Ripul, y avistamos a los jóvenes…
- Parecen ser niños de pecho, Óctubeus - prosiguió sin dejar pausa la cuarta.
- ¿Y si acaso los han buscado para enseñarles magia…? - dijo seguidamente la  sexta.
- Algo esperable de un inepto como Túkmuney y sus creencias de la Apertura de  la Magia…- acotó de inmediato la segunda en voz sibilante.
            El mago las iba mirando cada vez que se proseguían de una respuesta a la otra, y de nuevo la más anciana habló - Te mantendremos al tanto sobre la identidad de estos pequeñejos, puedes estar seguro de ello, Óctubeus - prometió con ojos firmes, ahora borgoña - ¿Cuál es tu otra petición? – consultó.
- Ziduasta - las fue llamando por sus nombres una por una en el orden de sus lugares en la mesa siguiendo la dirección de las agujas de un reloj, a lo que ellas asentaron con un ademán de cabeza similar a una pequeña reverencia - , Eudinia , Rosmerta, Malandrisa, Augustina, Biscuelza y Lupy, las tengo a todas en mi pedestal de anhelados…
- ¡Nos enorgullece, gran mago!- acotó servilmente Ziduasta mientras las otras afirmaban.
           Óctubeus la miró de soslayo, pues detestaba que alguien lo interrumpiera, pero viniendo de una de las Siete Brujas del Sur podía llegar a pasarlo por alto, por ende, continuó - Mi segunda petición a las Siete Brujas del Sur es una alianza inquebrantable para acabar por siempre la Magia Blanca, a lo que queda de ella, para que nunca más aparezca, que no quede ni siquiera un mito de su existencia - y volvió a echarles un vistazo, esta vez fijó más tiempo sus ojos gélidos en los de cada bruja - . Confabulemos juntos y nadie podrá pasar por sobre nuestra alianza, ¡con sus saberes y mis poderes seremos invencibles! - exclamó elevando los brazos como lo hace un demagogo en su palco hacia la plaza.
- ¡Y así será! - prorrumpió Malandrisa al mismo tiempo que se paraba toscamente y desde el centro de la mesa tomaba una botella de vidrio bajita y panzona-. Digo yo que brindemos para recordar este día, ¡muchachas, agarremos las copas!
            De un momento a otro, aunque las ancianas se movían torpemente a causa de sus innumerables años, fueron lo bastante rápidas para armar el brindis, porque Óctubeus y todas ya tenías en sus manos las copas repletas de un buen licor verdusco y dulzón. Alzaron las ocho copas y las chocaron unas con otras.
- Mmm, delicioso, delicioso…- saboreaba Óctubeus -. Uno de los mejores licores de piel de cocodrilo y miel que he probado - y continuó bebiendo hasta el final.
- Nos conmueve su buen gusto - respondió Eudinia sonriendo dejando ver las ventanas que había en su boca vieja ya casi sin dientes, también bebiendo y saboreando el licor.
           Parlotearon unas tres horas más de su siniestro plan de guerra: los seres del Inframundo serían llamados a la devastación; revivirían a las gárgolas y arpías dormidas en la piedra; deberían conseguir el apoyo de los seres elementales; había que generar aún más miedo en el mundo de los hombres comunes, “tienen que sentir miedo de verdad” dijeron una y otra vez; toda prueba que quedara en pie de la existencia de la Magia tenía que desaparecer; y por supuesto, Túkmuney y sus misioneros debían morir lo antes posible.
- ¿Qué haremos con la jóven Simploy? Esa niña sí que es una maga, ¡sería una lástima asesinarla! - dijo en eso Lupy.
- De Simploy me encargaré yo mismo, Lupy - afirmó Óctubeus, y un destello maligno se le traslució en la mirada -. Recuerden señoras: a los seres elementales debemos captarlos y hacerlos obrar para la Magia Negra, es crucial para hacer al mundo el mundo que deseamos.
            Transcurrida la charla y después de terminarse hasta la última gota del licor de piel de cocodrilo y miel, los ocho dieron fin a su reunión. El mago se cubrió como antes
con su túnica azabache y saludando desde el otro lado del puentecillo de tronco y soga, montó junto a sus hombres sombra y emprendió el regreso a su majestoso castillo. Las siete brujas avistaron la retirada veloz del lúgubre mago, tiempo después, cerraron la puerta de la choza de reuniones.


3

En el interior retomaron sus lugares, pero ahora volvían a ser nada más que ellas siete. Malandrisa habló - Lo más apropiado a mi parecer muchachas, es dirigirnos cuanto antes al Bosque de Fuego, ¿qué les parece? -
- Sí, sí - dijeron las seis restantes prácticamente al unísono.
- Muchachas - intercedió Biscuelza mientras acomodaban las copas al igual que lo hacen las abuelas luego de la partida de sus nietos - ¿lo han notado, verdad ¡Más claro, imposible! - y rió macabra al igual que sus compañeras - El que se dice llamar Gran Mago, no conoce ni la mitad de la historia, ¡pobrecillo de él, ja! - y salpicó algo de saliva - Ha entrado como un caballo a lamer el azúcar de la palma de su verdugo.
- Si, si - siseaba Rosmerta - El “Gran Mago”, aunque sospecha de esos niños, ni se imagina que son los cuatro portadores legendarios de los Elementos Primordiales, ¡ay, ay, ay! - exclamó burlona poniendo sus viejos ojos verdes en blanco.
- No sabe nada el muy bobo. Y es preciso que continúe en su ignorancia - dijo con su voz seca como una lija cuando pasa por las maderas, Lupy - ¿Acaso ha pensado que le diremos las visiones verdaderas de las Fuentes a sus soldadillos de juguete que vienen en busca de noticias y consejos? ¡Bah, tonterías!
            Y al unísono, las siete repitieron con voces altas que hubiera hecho estremecer al que las oyera - ¡Porque lo que las Siete Brujas del Sur ven en sus Fuentes, se queda en sus Fuentes! - y soltaron esas risotadas macabras que sólo tienen las brujas.
- Pobre Óctubeus, aún continúa nombrándose el Gran Mago de los Magos, pues yo lo llamaría el Gran Tonto de los Magos - dijo Augustina - y volvieron a reír tétricas.
            Para la primera hora del próximo día partirían al así llamado Bosque de Fuego. Sería intenso viaje, a donde ni los magníficos Ripul podían llegar pues este no era un bosque como todos, sino uno muy particular donde complicados seres habitan, seres que las brujas pretenden ganar para la guerra ya que un poder enorme blanden. Y para poder llegar a él era preciso magia como las Siete Brujas del Sur sabían hacer.

4

Y llegó la hora primera del día. Cada una salió de sus respectivas chozas, y se reunieron en la plazoleta del otro lado de la entrada a sus condominios, atrás de las chozas de piedra y paja. Plazoleta era sólo un nombre figurativo, porque ni rastros de pasto ni caminitos para pasear ni juegos para los niños había, sólo era un espacio circular de tierra y barro. Nada más un agujero peculiar en el centro de la rotonda hacía que resaltara de entre las demás plazoletas que pudieran existir en el mundo.
            Cuando estuvieron las siete reunidas, se dirigieron a paso anciano hacia ese agujero. Al estar en su borde, Lupy pisoteó con las puntas de su zapato una tabla redonda que si uno no se acercaba hasta allí pasaba desapercibida camuflada bastante bien con el color del fango. Ésta se levantó dejando al descubierto una escalera que parecía hundirse en las profundidades de la tierra. Sin dubitar, las siete brujas se sumergieron en el agujero; cuando Ziduasta, que era la última, bajó, la tabla tapó como
antes el hueco.
            Ahí abajo, al estar las siete en el suelo, unas antorchas que colgaban de las paredes de roca se encendieron. Caminaron un poco más por la gruta hasta que hizo una vuelta y llegaron a otra parte de esa cueva. Ni bien entraron las siete, brotaron unas enceguecedoras luces de siete recipientes hechos de mármol que medían un metro de alto y superaban el metro y medio de ancho. Entonces cada anciana se colocó a un lado de cada pilar y luego, juntas, observaron por en cima de estos recipientes: en sus ojos se reflejaba el agua quieta desde donde se emitía esa intensa luz. Al mismo tiempo colocaron las manos sobre los bordes de los recipientes y dijeron: “Aguas luminosas, las Siete Brujas del Sur te despiertan. ¡Llévennos al Bosque de Fuego, aguas inmortales donde todo se refleja!”. Y de repente esa luz salida de las aguas se expandió por toda la gruta envolviendo a las siete brujas, y luego, un estallido resplandeció. Las ancianas habían desaparecido y las aguas volvieron a dormir. La habitación de roca había quedado otra vez sumida en la oscuridad total.

5

- Hemos llegado - dijo Malandrisa. Las siete abrieron los ojos y allí estaban. Muy distinto era este mundo del que ellas venían. Un calor sofocante se expandía de aquí para allá, más intenso que un día de verano, porque estaban en el Bosque de Fuego, aunque más que un bosque era un lugar repleto de volcanes a punto de desperdigar su lava incandescente, lo cual demandaba un andar muy cauteloso. Las ancianas fijaron su atención en un sólo volcán de todos los que allí se habían formado, y con sigilo empezaron a avanzar. No estaban lejos, pero la caminata hasta allí debía llevarse a cabo con suma atención y predisposición.
            Fueron avanzando en procesión, algo encogidas, pero dando pasos certeros; de tanto en tanto, pequeñas llamas brotaban desde la rojiza tierra y a veces eran sorprendidas por el vapor hirviendo que súbitamente la roca exhalaba chiflando. A medida que se acercaban al gran volcán, el calor iba siendo más y más ardiente, pero de todas maneras las siete brujas parecías estar intactas, nada más un poco de hollín les había manchado los rugosos rostros. Prosiguieron un poco más y ahora, frente a ellas, se erguía el tremendo volcán. Impidiéndoles seguir avanzando, una amenazante llama brotó desde el cráter, e iba creciendo más y más hasta el cielo color magma, sin estrellas ni luna. En eso un grito de Biscuelza retumbo - ¡Ya basta! - exclamó con voz tajante - ¡Muéstrate, no nos asustas! - pero la llama crecía y crecía, dejando de ser una llama para ir conformando a la lava misma - ¡He dicho basta! - volvió a gritar Biscuelza - Las Siete Brujas del Sur ordenan que te muestres – imperó - ¡Muéstrate! - gritaron entonces las siete brujas. Y cesó, la llama que era más grande que ese volcán dejó de crecer para ir encogiéndose despacio. Las siete contemplaron con atención.
            Y fue así que pasado un rato la llama terminó por convertirse en lo que realmente era, pero qué era. Un ser muy extraño estaba allí parado enfrentado a las siete del sur, quieto y con una mirada firme y amenazadora.
- ¡Era hora! - exclamó Lupy - Al fin te dejas ver…
- ¿Qué buscan aquí? - escucharon en sus mentes las brujas. Les empezó a retumbar en las cabezas un singular sonido similar al que hacen las brasas cuando chispean en el fuego.
- Bueno - dijo la más anciana dando un paso al frente -, venimos en busca de ustedes, eso es todo.
            Ni bien Lupy terminó de decir “todo” desde entre las grietas de las rocas empezaron a aparecer seres de mismo aspecto al que las enfrentaba. Al principio eran igual a la lava cuando cae por las laderas de un volcán, y de a poco fueron tomando forma corpórea: eran todos ellos cuerpos longilíneos del mismo color que el magma, con algunas marcas semejantes a quemaduras. De cabellos rojos y anaranjados iguales a las llamas del fuego, eran largos y móviles. Y los rostros, unos ojos llameantes y caras alargadas con orejas puntiagudas. No llevaban prenda alguna. Así eran estos exóticos seres que por sus tallas y figura aparentaban ser todos de sexo femenino, si es que tenían algún sexo. Eran decenas, cientos, miles de seres de fuego. Estaban allí inspeccionando con sonrisas sombrías a las brujas, mientras hablaban entre ellos en palabras inentendibles, si es que a esos sonidos chisporroteantes se les puede llamar palabras.
            Desfilaban circundándolas con pasos elegantes y delicados casi sin rozar si quiera el suelo de rocas, pero también en instantes se movían veloces tal cual chispas; esbeltos y eróticos eran, y al mismo tiempo, indomables y peligrosos. Con ellos no cualquiera tenía trato, para estos tiempos sólo los hechiceros más desarrollados en el arte tenían algunas probabilidades más favorables de, al menos, haberlos visto. Eran las salamandras y del fuego nacían y con el fuego morían, también llamadas hadas de fuego. Eran lo seres elementales del Fuego.

6

Cada vez que los seres del Fuego las iban acorralando, las brujas se iba juntando entre ellas. Las siete en ronda espalda con espalda, se echaron unos vistazos fugaces a manera de intercambiar estrategias, y tomándose luego de las manos apareció envolviéndolas una espesa niebla ocre – Quedémonos quietas - les dijo casi sin mover los labios Biscuelza a sus compañeras -, es imprescindible que nos mantengamos con calma, las hadas del fuego son las gobernantes aquí y nuestra presencia no es grata -. Las siete brujas estaban inmóviles, hasta mantenían a su máximo de capacidad pulmonar la respiración, cuestión complicada cuando se está en un ambiente envuelto en humo y gases calientes.
- ¿Qué haremos? - consultó a todas Rosmerta usando la telepatía mientras un mechón de su grasiento pelo cubierto de canas se le estaba metiendo en un ojo - . Están muy cerca…
- Podríamos gritarles la petición - propuso Eudinia.
- ¿Te parece lo correcto, Eudinia? – le preguntó Ziduasta, y replicó - . Es  peligroso que nos movamos, que les hablemos…
- ¿Será este el final de las Siete Brujas del Sur? - dijo a sus compañeras Lupy, la  más anciana y sabia de las siete.
- Mmm… están muy cerca, amigas - agregó Augustina -. Más vale que decidamos rápido este asunto, pues Lupy estará en lo cierto.
           Y entonces otra voz apareció en las cabezas de las brujas, susurrándoles – Nadie vuelve de nuestro mundo. Brujas del Sur han sido muy atrevidas al aparecerse en nuestros aposentos, ¡magos irrespetuosos, todos son iguales! - , y entonces, otra vez se hicieron llamas. A los alrededores de esa cúpula de niebla que habían creado con su magia, un verdadero bosque de fuego era lo que sus ojos veían, allí, estaba ardiendo.
- ¡Oh, nunca pensé que reaccionarían tan rápido, fue antes de lo previsto! - exclamó alzando su jaspeante voz Ziduasta.
- ¡Expandamos la nube, vamos, vamos! - les ordenó en un grito Malandrisa, la segunda más anciana.
- Sus poderes son muy fuertes, es complicado mantener la protección - dijo ahora Eudinia, con sus claros y ancianos ojos cerrados impregnada en sudor.
 Y otra vez aquella voz en sus mentes – Nadie vuelve de nuestro mundo, Brujas del Sur- , y el fuego creció aún más. Ya empezaba a asarles las mejillas cuando Biscuelza, que era la más diestra cuando una poción llevaba fuego como ingrediente, extendió sus avejentadas manos, alzó la vista abriendo bien los castaños ojos, el fuego se reflejaba entonces en ellos, el largo y pesado atuendo gris y marrón revoloteó, y luego dio un grito ensordecedor - ¡¿Quieren ser libres?!
            Una ráfaga de aire caliente las cubrió unos segundos haciéndole volar sus ropajes húmedos de transpiración y sucios por el hollín de los volcanes. Consecutivamente avistaron su alrededor y allí estaban otra vez corpóreas las salamandras observándolas seriamente. Las siete volvieron a intercambiar miradas fugases, algunas tragaron un poco de saliva, por el momento las Siete Brujas del Sur seguían en juego, pensaron. Entre ellas decidieron que, de ahora en más, única y exclusivamente sería Biscuelza la tratante con los seres del Fuego. 
- ¿Quieren ser libres? - les preguntó telepáticamente a las salamandras.
- Sí - sintieron las siete un fuerte estruendo chispeante en las cabezas.
- Mjm… ¿por qué anhelan ser libres, seres elementales del Fuego? - volvió a  preguntarles Biscuelza.
- Ustedes lo saben - contestaron las salamandras. Las cabezas volvieron a  retumbarles como antes.
- Pueden aceptar nuestra ayuda para la libertad que tanto envidian, pero a cambio  necesitamos de su ayuda también, ¿aceptan? - planteó astutamente Biscuelza.
- Para recibir hay que dar, para dar hay que recibir - pronunciaron las hadas de  fuego.
- ¡Claro que sí! - asintió espontánea la diplomática - Les daremos su preciada  libertad, podrán ir y venir a su antojo, encenderán sus llamas cuanto desean, y crecerán y se multiplicarán, y serán parte del mundo. A cambio precisamos de sus cualidades, de su gran poder para destruir a un mago que sigue apelando por su esclavitud, deben destruir a Túkmuney y todo lo que lleve su sello.
- Guerras de Humanos - dijeron las salamandras - . Recuerden que para recibir hay que dar y para dar hay que recibir, los humanos suelen olvidar esta frase. Nosotros cumpliremos con su pedido, ustedes cumplan con el suyo. El Fuego sella la promesa, la hace inquebrantable.
- Pues sí, sean parte ya de nuestro clan de seguidores en esto que será la última guerra, donde las salamandra, poderosas hadas del Fuego romperán el hilo que las mantiene atadas al destino de su creador, el Fuego - afirmó Biscuelza altiva -. Respondan a la Invocación y les daremos su libertad. ¡Deben destruir todo lo que crezca, todo lo que respire! Arrasen con los hombres rudimentarios, quémenlo todo, y después… sí, después el frío. El frío los mata, los debilita lentamente y destruye sus corazones. Es así que deben convertir a su mundo en el invierno eterno.
- El pacto queda sellado - oyeron como últimas palabras en sus cabezas, ya embotadas con fuertes palpitaciones en las sienes.
           Las salamandras fueron convirtiéndose despacio en pequeñas llamitas que se iban filtrando por las grietas del suelo rocoso y las laderas de los volcanes. Por su parte, las siete emprendieron la procesión hasta el lugar adecuando para hacer la teletransportación. En el lugar desde donde habían llegado, se tomaron otra vez entre ellas y en un instante estaban de vuelta en la cueva con las manos sobre las Fuentes. La habitación resplandecía de nuevo y las aguas estuvieron movilizadas durante un lapso muy corto de tiempo. Abrieron los ojos y se vieron ya allí.
- Hay que aprovechar mientras el Elemento Fuego continúa sumido en el sueño - decía Malandrisa a sus compañeras - . El mundo de los hombres comunes debe caer, debe quedar sepultado para siempre, pues al contrario de lo que cree Óctubeus, son peligrosos si sus mentes despiertan y conocen de la Verdad.
- Sí, aunque los de la Luz tengan a los cuatro portadores legendarios, les llevará tiempo, les llevará mucha dedicación el hacerlos surgir de sus débiles cuerpos - acotó Ziduasta.
- Hemos dado un gran paso, compañeras, y una vez más las Siete Brujas del Sur han sorteado en donde muchos han sucumbido - proclamó orgullosamente Lupy.
            Porque estaba en lo cierto. Las historias comentan que jamás habían sido  engañadas y donde ellas habían puesto sus ojos que todo lo ven, una victoria conseguían. Otra vez, juntas, rieron tétricas.
 
A.M.

Capítulo X: Revelaciones

El Gran Sueño
Vol. I: La Búsqueda

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-Capítulo X-
Revelaciones

1

Se hizo un silencio. Los portadores sintieron que sus corazones latían veloces y en la parte superior de sus cabezas una pesadez.
Antes de comenzar, el mago cerró sus ojos y tomando una bocanada de aire empezó - Nadie sabe con certeza mi verdadera edad, son muchos años por cierto – y sonrió -. Cuando fui niño, lo recuerdo, mi madre me solía relatar historias sobre seres fantásticos que la gente decía que eran imaginarios. Me fascinaban esos cuentos que hacían que mi mente despegue de la vida cotidiana de una simple aldea y llegue a todo ese raro mundo donde los seres eran capaces de manejar el agua o el fuego, la tierra o el aire; otros podían transportarse en el tiempo y el espacio y habían algunos que creaban tanto mal en nosotros que casi me provocaban temor. Entrado en la adolescencia esta curiosidad por lo extravagante aumentó. Entonces, en un día de aquellos tiempos tuve la suerte de conocer, de cruzar mi vida con la de un anciano que sería de mi actual edad. Su nombre era Zilti - Al oír aquel nombre los cuatro guardianes susurraron entre dientes “Zilti”, pero nadie se atrevió a interrumpir - Este anciano comenzó por preguntar mi nombre, y al instante de habérselo dicho él me dijo “eres tú”. Debo confesar que me impresioné bastante al escucharlo. Entonces, me pidió que lo llevara con mi madre y yo lo hice. Recuerdo que habló con ella unas cuantas horas y cuando la conversación había concluido, mi madre salió de la casa y me abrazó con tal fuerza que aún puedo sentirla en mi viejo cuerpo, después el anciano me tomó de la mano y me dijo “ven, llegó el momento”. No entendía bien lo que estaba ocurriendo, pero así y todo, lo acompañé - Los portadores se miraron entre sí al escuchar las confesiones del viejo – Montamos cada uno en una mula. Recuerdo bien que la travesía me pareció interminable, días y noches sin cesar compartiendo las horas con el anciano, que la mayor parte de las paradas que hacíamos se la pasaba sentado mirando hacia el horizonte, no comía ni bebía, sólo se sentaba y contemplaba, lo cual me parecía muy odioso de su parte porque yo necesitaba  respuestas a muchas inquietudes que pensaba. Hasta que al fin un día el viaje concluyó, y llegamos aquí mismo, donde ahora han llegado ustedes también - dijo mirando especialmente a los portadores - Recuerdo muy bien que ese día fue uno de los más insólitos de mi vida; cuando ingresé por primera vez a la caverna ahí estaban dándome la bienvenida una fila de hombres y mujeres, la mayoría eran ancianos, otros de mediana edad, todos me observaban y susurraban cosas entre ellos. Así es que fue aquí donde pude terminar de conocer las historias que mi madre me relataba. Todas esas personas adultas eran los magos más sabios de esos tiempos, y Zilti era el más sabio. Él resultó ser mi maestro, lo quise como a un padre y como mi amigo. Junto a él comprendí y aprendí a vivir. Conocí las artes transmitidas de generación en generación y me formé como Mago - hizo una pausa y observó las caras de todos, notó que realmente estaban compenetrados en el relato, por eso continuó.
“Pienso que el ser humano es un ser magnífico, tiene el poder de la elección y es por ello que él mismo es el que forja su camino y con ello el futuro del planeta. Pienso que viene a ser como un instrumento del cambio y de la regeneración. Pero como deben saber, porque lo viven a diario en el mundo, se corrompe con tanta facilidad que todo su poder creativo se desvanece y queda adormecido… esperando el momento de renacer – en ese momento, hizo aparecer una copa para cada uno llenas de agua, Túkmuney le dio un trago a la suya, y prosiguió - . En un tiempo lejano, no hay fechas exactas, pero lo que se sabe en el ambiente de los magos con certeza es que fue antes de Cristo fechado en base al Calendario Gregoriano, hubo mujeres y hombres que descubrieron ciertas características guardadas dentro de ellos mismos con las cuales podían generar cosas extrañas, las pocas descripciones que se pudieron recopilar cuentan la posibilidad de mover objetos mentalmente, encender fuego sin herramientas y hasta abrir la tierra. Notaron que eran pocos los que habían descubierto estos dones, como llamaron a esas cualidades que luego denominaron como la Magia; “¿por qué no todos los humanos pueden hacer magia?”, se cuestionaron. Bueno, el relato que leí sobre el descubrimiento de la Magia hace mención de “la división”; pregunté y Zilti me habló de ella como “el día en que el grupo primogénito dejó de ser uno solo” y no me dijo más. Zilti era de esas personas que creía que el conocimiento debía ser dado pero no regalado. Fue así que me puse en la ardua tarea de investigar qué era eso de “la división”. Les confieso que las respuestas las encontré noventa y siete años después, luego de haber viajado de una punta a la otra del mundo, buscando y siguiendo los difusos datos que hay desperdigados. Me informé en base a documentos escritos en diferentes idiomas antiguos guardados en lugares recónditos y custodiados por criaturas mágicas, y también entrevistando a los pocos magos dispersos por el mundo que aún estaban con vida en los tiempos en que investigué.
“Y supe entonces, compañeros míos, que esa división fue nada más y nada menos que una Junta convocada entre los magos, como se hacían llamar los humanos que hacían magia, y que duró un día entero sin cortes ni pausas. El tema central a discutir fue si ellos debían dar a conocer sus artes a los que no hacían Magia. Hubo un grupo numeroso, de ahí su autodenominación como Los Numerosos, que creía que era de suma importancia enseñar sus dones, mostrar a los demás que el humano tiene cualidades sorprendentes. Ellos creían fervientemente que en realidad todos los humanos las tenían, que era cuestión de ejercitarlas, de ponerlas en práctica y que de a poco iban a “salir al exterior”. Pero también hubo otro grupo, con menos adeptos pero de avanzada magia, se trató del grupo que se hizo llamar Los Avanzados, porque estos magos habían sido de los primeros en descubrir dichos poderes y eran cada uno de ellos muy diestros en las artes de la Magia. En su mayoría eran ancianos, aunque se relató también la participación de jóvenes superdotados. Entre el ambiente de los magos se empezó a denominar Superdotados a los humanos que expresan Magia ni bien nacen sin ningún tipo de enseñanza previa ni manifestación. Ahora bien, los Avanzados tenían la convicción de no publicar la existencia de la Magia, pensaban que si la Naturaleza los había hecho nacer con esas condiciones quería decir que sólo ellos podían usarlas, es decir, el que no llegaba al mundo con Magia era porque no la tenía y punto. Para ellos la Magia se posee, no se transmite. Les parecía algo descabellado el hecho de despertar algo que, según ellos, jamás estuvo. A esta explicación cuasi ontológica de la Magia, sumaron su creencia que si uno era mago era porque la Naturaleza misma estaba encomendándole a uno la custodia del mundo. Dentro de los Avanzados hubo hasta quienes llegaron a pensar en exterminar a los no poseedores de la Magia alegando que se trataba de humanos fallidos, de un error de la creación. Pero terminaron acordando entre ellos mismos que mejor sería subsumirlos, justificando que esos humanos como son diestros de manos y audaces de mente podían crear y destruir aunque de una manera rudimentaria y atrasada, por ende, deberían encargarse de las tareas rudimentarias y atrasadas. Estas ideas fueron totalmente rechazadas entre los Numerosos, contestaron que dichas afirmaciones no tenían ninguna base confiable, que eran puras farsas de magos mezquinos y arrogantes. Se resalta en el relato que una de las opiniones que más se opuso fue la de un aprendiz de mago que hace nada más un mes había comenzado a poder mover un milímetro una cuchara. Se describe que la Junta estuvo pasmada a gritos, y que cuando el sol estaba en el poniente dos de los magos Avanzados echaron un humo denso y el más anciano arrojó una flama de fuego incandescente directo a ese aprendiz matándolo quemado en vida.
“Según la investigación que he llevado a cabo, es desde ese momento que las dos magias aparecieron, una Blanca y una Negra, como los propios Numerosos y Avanzados las denominaron. La Blanca representada por los magos dispuestos a enseñar las artes de la magia, la Negra por los que prefieren ocultarlas. Alude a la luz y a la oscuridad, a lo que se ve y a lo que no - bebió agua y miró con atención a todos -. Estamos llegando a un punto de inflexión en este ciclo, está llegando el momento de un cambio de generación. Desde la división el mundo está en guerra, los humanos cada día más enfermizos, ciegos, arrogantes, egoístas... valores encarnados en los Avanzados, porque lamentablemente debo decirles amigos míos, ellos han tenido hasta nuestros días el dominio de este vasto planeta. La magia que expresan es enormemente poderosa, es magia muy desarrollada que puede acaparar mucho: las mentes de las personas, la vida que ellas llevan día tras día las moldean con sus poderes, las someten a una vida sin Magia lo cual es más complicado y superfluo; a la Naturaleza la usan para ver hasta dónde más pueden llegar. Fueron ellos los primeros en contactar con los seres de los elementos y de esta manera obtuvieron la llave del poder más grande de todos: la manipulación de la vida - cerró levemente los ojos.
“Varios magos de los Numerosos han caído en esta despiadada guerra, uno de ellos es el mismo Zilti, reconocido como el Gran Mago Blanco, y en la actualidad somos muy pocos. Sin embargo, compañeros y amigos, estamos capacitados para luchar contra la magia negra de Óctubeus, el asesino del gran Zilti, y uno de los magos más poderosos que ha existido y existe y que defiende a ultranza los valores de los Avanzados. Sabemos que cuenta con la alianza de los seres del Inframundo, seres temibles y peligrosos, y  también con las Brujas del Sur, brujas maquiavélicas que se dice que todo lo ven - viendo las caras de los jóvenes caminó hacia ellos y les sonrío - Pero no debemos temerles porque nosotros contamos con ustedes, los Portadores de los Elementos Primordiales. Ustedes son la clave para cambiar el curso de esta historia - Miró ahora al grupo - Gracias Marakzamet por estar con nosotros, en el fondo de mi corazón siempre hubo esperanza en ti. Ewon, tus dones son elevados, y pocos, por no decir casi nadie, cuentan con tus facultades. Agoth, hombres como tu quedan pocos, qué bueno que la vida te puso en mi camino, tu valor es grandioso. Y tú, hija mía, estoy muy orgulloso de ti. Simploy, tu magia es algo peculiar, desde que naciste lo has demostrado.
“Es así mis compañeros que somos nosotros los representantes de la llama de los Numerosos y luchamos para iluminar a la humanidad, luchamos para terminar con la Ilusión que ciega a los seres humanos y los envuelve en su egoísmo de especie. Es tiempo que la Verdad sea revelada a todos para así sembrar un mundo mejor donde cada persona y donde cada ser – miró a Ewon -  pueda desarrollarse plenamente, dar todo su potencial, porque las farsas de los Avanzados caerán y la Magia verdadera lo llenará todo.
Se volvió hacia los portadores - Los Cuatro Elementos están próximos a despertar para el cambio, el Planeta mismo los debe estar atrayendo. Deben saber que los elementos en sí mismos son neutrales, neutralidad que explica el por qué los hemos buscado. Porque si Óctubeus lo hubiera hecho antes el mal ganaría. Quiero que quede bien en claro esto: los Elementos no saben de sentimientos, nada del Mal y del Bien, ellos sólo cumplen con su función natural, hacer que la vida y la muerte se produzcan, es decir, que la Naturaleza lleve a cabo sus ciclos. Portadores, los necesitamos para vencer a la Magia Negra. Ustedes cuatro son sus portadores porque sus árboles de la vida se originan en los Cuatro Grandes. Ellos fueron magos poderosos y enormes, magos que consiguieron manipular al Fuego, al Aire, al Agua y a la Tierra, han sido tan poderosos que ni siquiera el propio Óctubeus pudo lograr adquirir tan extraordinarias cualidades con la Magia, y créanme, eso es mucho decir. La historia transcurrió, nadie de sus familiares está enterado de esto, puedo asegurarles, pero ella - y avistó un momento a Simploy - los ha visto. Es Simploy la única que puede sentir a los Elementos que duermen. Es por esta coincidencia que pudimos encontrarlos y saber que el momento había llegado. En seguida, Simploy me informó cuando los cuatro elementos se manifestaron.
“Supongo que saben que los Magos de la Caverna habían realizado una profecía. Pues bien, esa profecía nos mostró una vía para proceder si la manifestación de los Elementos Primordiales acontecía. Señores portadores pongan atención: en poco tiempo los cuatro elementos saldrán de ustedes para materializarse entre nosotros, dejarán de dormir en sus cuerpos, específicamente, en sus corazones que es donde residen. Pero, a costa de tal acto mágico ustedes corren el peligro de perecer - y soltó sus últimas palabras reveladoras -. Y por ello también los hemos buscado, porque cabe la posibilidad que junto a mi hija podamos evitar sus muertes, aunque no es algo que podamos confirmar - y calló, Túkmuney ya había hablado.

2

Con la mente embotada y el corazón caliente, los cuatro jóvenes no reaccionaban. Simploy los miraba. Y entonces, rompiendo el silencio, Samy apuntaló a todos con sus ojos miel y dijo - ¿Cómo es eso de que podemos morir? Nos han traído hasta aquí y recién ahora han sido capaces de decirnos tal cosa…
-          El error ha sido mío. Era mi deber ponerlos al tanto de la situación, espero puedan disculparme por haber sido tan débil y no tener las fuerzas para serles completamente sincera - le respondió Simploy a los portadores con la mirada gacha. 
-          ¿Eh, “débil”? - exclamó Samy, y se puso de pie haciendo rechinar la silla contra el rocoso suelo - ¿Acaso no eres tú la súper maga blanca? Bah, al final resultaron ser unos mentirosos… Me siento muy decepcionada y engañada, ¡sabía que algo escondían, lo sabía! – exclamó señalando al grupo. 
-          Es que… - quiso decir algo Simploy.
-          Simploy, “es que” nada – intervino Ariel - Nos mintieron, a los cuatro, ¡y  pensar que los creíamos gente distinta! No puedo creerlo, ¡nos vamos a morir! – dijo encerrando su cabeza entre sus brazos.
Y fue ahora Logan el que se puso de pie. Se alejó un poco de la mesa y dándoles  las espaldas dijo en tono enfurecido – No volveremos a nuestras casas… y eso era parte del trato, lo pregunté… - veloz se dio vuelta y les gritó como un adolescente peleando con sus padres - ¡Yo lo pregunté cuando estábamos por partir! ¡Mentirosos, mentirosos de mierda!
Samy se acercó a Logan y rectificó sus ideas - Sí, son unos malditos mentirosos. ¡Nos están usando como cosas!
Simploy se paró. Tenía el rostro triste y se había puesto más pálida que de costumbre – En verdad me siento muy mal, se los digo desde lo más profundo de mi corazón. Discúlpenme, sé que he cometido un grave error, es que…
Repitió Ariel – “Es que” nada, Simploy, no te excuses. La verdad… ¿cómo se puede confiar en alguien que nos defraudó de la peor manera? Al final Samy siempre tuvo razón, ¡me siento tan estúpido! Los acompañé, dejé a mi mamá y a mi hermano solos, ¡soy un idiota, me creí todo el cuentito!
-          Es que temí si se lo mencionaba no iban a acompañarnos – explicó Simploy.
-          ¡Y claro, es algo obvio! ¿Quién quiere morir a los dieciocho años? Ninguno de  nosotros es un suicida, ¡malditos sean! – les gritó Logan.
En un tono de voz más calmo, intercedió Zatí - De todas maneras tendrían que  habernos dicho la verdad, nos tendrían que haber dejado elegir, nos tendrían que haber contado todo esto desde el principio, y capaz, con esa información, capaz elegíamos estar aquí con ustedes o quedarnos con nuestras familias y con nuestras vidas - y miró directo a Simploy sin bajarle la vista – Creo que todavía te quedan muchas por aprender “superdotada”, como por ejemplo que siempre es mejor decir la verdad. Pienso que ¿cómo puedo, cómo podemos confiar ahora en alguien que pisa sus propias creencias?
-          Muy bien dicho Zatí – dijo Samy.
De mientras, Túkmuney observaba todo el escenario callado y a diferencia de  Ewon , Agoth y Marakzamet que fruncían los entrecejos, se lo notaba calmo y paciente.  Luego fue Ewon quien habló al ver que Simploy había quedado como petrificada después de oír las palabras que Zatí le había dedicado.
-          Es muy cierto lo que ha dicho Zatí, tendríamos que haberles dicho esto desde el  encuentro, y Simploy aún tiene muchas cosas por aprender; pero voy a excusarnos – y miró especialmente a Ariel, pero él no la vio porque estaba con los brazos cruzados sobre la mesa y apoyaba la frente en ellos -. Por un momento pónganse en nuestro lugar: el futuro de todo el mundo yace en cuatro adolescentes de la gente común, por tanto, hay que ir a buscarlos y cuidarlos. Sabiendo que la gente criada comúnmente no toma de buena manera el hecho de morir, ¿cómo decirles que pueden llegar a morir sin que piensen que van a morir y que acompañen a unos desconocidos? Se quejan que no hemos sido sinceros y ante la sinceridad reaccionan como temíamos que reaccionarían - y los escudriñó con sus clarísimos ojos -. Jóvenes, se están precipitando – Sin perder la sensatez, Ewon les hablaba a los portadores como nunca antes; esa tez pulcra y clara cambió un poco a un rostro arrugado, era el rostro de una anciana, como el de una abuela que está educando a sus nietos - Nada está dicho cien por ciento, no es una realidad que mueran. Que ocurra o no depende de ustedes y también de nosotros. Los cuatro saben muy bien que sus vidas ya han cambiado, ya no son los chicos que eran antes de sus manifestaciones, y saben con toda claridad que no es un sueño, que las manifestaciones ocurrieron y que los Elementos existen dentro suyo. Pues bien entonces, ¡vamos, regresen a sus casas si lo desean tanto, vuelvan a su vida repetitiva, estable, cómoda, predecible y normal! ¿Creen que sus padres sabrán qué hacer cuando los Elementos estallen y ustedes mueran? En el que caso que sobrevivan sólo les traerán tristeza y penurias, pero más bien creo que ni siquiera podrán sufrir, porque ustedes se llevarán a sus familias a la tumba, ¡y también saben que eso puede ocurrir! ¡Miren a Samy! – y la miró con esos ojos lo que hizo sentir a Samy una sensación extrañísima como cuando entre dos personas se transmite electricidad – Tú, Samy, por todo lo que has pasado, lo que has cargado en tus espaldas, en tu vida misma; has visto cómo el Fuego mataba a tu familia completa, a tus seres queridos, has sentido en carne propia cómo te estaba por aniquilar. ¡Todos lo hemos visto, ustedes y nosotros! ¿Así y todo sigues pensando que puedes arreglártelas sola? Dímelo, por favor.
Samy tenía los ojos empañados y no dijo nada, porque si soltaba una sola palabra no podría resistirse más a no llorar.
-          Muchachos y muchachas, nadie dice que es fácil salir con vida a la materialización de los Elementos, pero para ustedes no es imposible, son los Portadores de los Elementos Primordiales, los Elementos no podrán deshacerse de ustedes como si nada – y Ewon les sonrió y su anciano rostro pareció resplandecer - , y nosotros estamos dispuestos a ayudar para que no sólo ustedes sigan vivos, sino sus familias, sus seres queridos, y todo el mundo. 
-          Necesito estar solo - dijo Ariel poniéndose de pie y retirándose de la sala.
Los otros tres portadores también se retiraron. En eso Túkmuney hizo un gesto para que nadie detuviera a los jovencitos ni diga más nada, y Simploy en un hilo de voz agregó - No se irán, están yendo a sus habitaciones – y se desplomó en la silla triste y desilusionada de ella misma.
-          Era de esperarse - dijo Marakzamet después de un momento de silencio.
-          Sí, claro que era de esperarse, pero todo estará bien, sólo hay que dejarlos que  asimilen las ideas, es cuestión de días. Hasta entonces debemos dejarlos que hagan lo que quieran mientras tanto queden aquí a nuestra salvaguardia – dijo Túkmuney al grupo.  
-          Pobres, me imagino por lo que deben estar pasando - dijo Agoth.
-          Los he defraudado… - exhaló Simploy.
-          No digas eso, hija. Has hecho lo que has podido.
-          Túkmuney, no la consientas – dijo Ewon seria – Simploy debe hacerse cargo de su error, era ella la encargada y la que estaba bien al tanto de las cosas. Fue su responsabilidad.
Simploy alzó la vista para mirar a Ewon – ¿Sabes que eres como la madre que  nunca tuve, Ewon? Siempre me regañas en los momentos justos.
-          Ya te he dicho que no me compares con tu madre, aunque me alagas mucho  cuando lo haces. La doncella albina es una legenda en el mundo de la Magia Blanca, y de la Negra. 
-          ¿Tan buena era con la Magia? – consultó Simploy.
-          Grandiosa – añadió el Elfo. 

3

Logan, Zatí y Samy siguieron a Ariel hasta su cuarto callados. Al llegar a la puerta, les pidió que por favor lo dejaran solo, pero sus compañeros se negaron. 
-          Vamos, déjanos pasar, todos estamos mal, no eres el único – pidió Logan con expresión apenada.
Ariel miró a cada uno y aunque sus deseos eras otros, aceptó y los cuatro  pasaron a la habitación. Cerró despacio. No se sentaron, ni en la cama, ni en el suelo, y ninguno ni siquiera usó la silla. Estuvieron un rato callados, a veces quietos en un lugar o sino caminando lentos y sin levantar mucho los pies. A veces miraban el suelo o el techo, el ambiente en general; Zatí se estrujaba los lados de la pollera, Logan varias veces se rascó la cabeza nervioso, Samy de tanto en tanto resoplaba y pisaba fuerte el piso, y Ariel estaba casi inmovilizado con los ojos bien abiertos. Y Samy habló quejosa- Qué demonios, cuando me estaba sintiendo cómoda, ¡pero qué porquería! – sus compañeros atinaron a mirarla un instante, pero ninguno agregó nada. 
Pasó otro rato y Samy se volvió a quejar, los resoplidos iban en aumento junto a las pataditas al suelo, hasta que colmó la paciencia de Ariel - ¡Bueno terminala, che! Les pedí que me dejaran solo y lo único que hacés es fastidiarme más, ¡cortala de una vez! – le dijo subiendo el tono de voz. Zatí y Logan apoyaron la moción.
-          ¡Ah bueno, perdón! – dijo en tono algo irónico Samy – Es que no puedo quedarme sin hacer nada, no soy de piedra.
-          Pero no dejas pensar – le respondió Zatí en seco e interrumpió a Samy cuando le iba a contestar – No nos servirá de nada patear y lloriquear, Samy, déjate de comportarte como una niña caprichosa.
-          ¡Pero qué demonios me estás diciendo! “¿Caprichosa?”, ¡quién te crees tú! ¡No sabes nada, ustedes no saben nada que me hacen callar así! – se le colmaron los ojos de lágrimas - Yo vi morir a toda mi familia, vi cómo se quemaban, cómo se iban prendiendo fuego y gritaban y lloraban y corrían de un lado a otro sufriendo de dolor – les exclamaba Samy llorando – Y mi madre me gritaba “¡¿Samy, qué estás haciendo, qué estás haciendo?!” y yo no podía hacer nada, sólo matarlos más porque las llamas no desaparecían, sólo crecían y crecían y crecían… ¡Incendié toma mi casa con mi familia adentro el día en que mi padre cumplía los años! – estalló en llanto y les gritaba - ¡Y me vienes a decir tú “caprichosa”! Estoy mal, muy mal, porque ya no tengo nada ni nadie y cuando pensaba tener algo, no sé, una nueva familia, otra vez se arruina todo, ¡todo!
-          ¡Bueno, basta, por favor! Lo que menos quiero ahora es que nosotros nos  peleemos – profirió Ariel - Me están pasando dos millones de cosas por la cabeza. Les pido disculpas si estoy así serio, pero no me sale de otra manera, soy así – y miró a sus compañeros – Pero por favor, no nos peleemos, los cuatro estamos en la misma, si nosotros nos peleamos estamos fritos. 
-          Sí, es verdad. Ariel tiene toda la razón – pronunció Logan dándose la vuelta – Samy sabemos que has perdido a tu familia de la manera más horrible, y lo sentimos mucho, de verdad. Pero no ha sido nuestra culpa, ¡ninguno tuvo la culpa! Sé que no es lo mimo, por supuesto, pero yo me he peleado con mi novia porque se asustó de mí y nunca me creyó nada, ¡Zatí casi mata a su mejor amiga! Te entendemos – se acercó a ella viendo que no paraba de llorar -. Samy, escucha – la tomó de los hombros – entiendo que necesites llorar para  descargar tu tristeza – al oír eso Samy aspiró el llanto cesándolo un poco y meneó la cabeza afirmando - , pero debes tranquilizarte, así no solucionarás nada, ya lo debes saber – y haciendo un esfuerzo emocional Logan le sonrió y la abrazó.
Samy también lo abrazó y le dio las gracias. Y fue Zatí quien le brindó un pañuelo de tela que tenía en el bolsillo de la falda. Samy lo aceptó y secó sus lágrimas, después, tomó asiento en la cama. Tenía la cara colorada y los ojos hinchados. Luego, Ariel también se sentó, pero en el suelo con las piernas cruzadas. Zatí y Logan continuaron parados. Otra vez en silencio intercambiaban miradas de tanto en tanto, y por suerte, Samy había parado de llorar. Estaban pensando, recapitulando el discurso de Túkmuney, el de Ewon, también recordaban el día y el modo de su manifestación, el día en que los fueron a buscar, Ariel y también Logan la pelea en el desierto, los Ripul, el ataque de Óctubeus. Pero también cada uno recordaba eventos de su vida anterior, antes de haber partido de sus hogares con un grupo de extraños y dejar esa vida atrás… cuando abandonaron lo que para ellos era su realidad. Y ahora la posibilidad de la muerte, ni más ni menos, y nunca más regresar. 
-          ¿Y qué si sobrevivimos? – expresó Zatí de repente diciendo un pensamiento en voz alta. 
-          ¿Y si no…? – respondió serio Ariel.
-          Y si no… - repitió Logan sin cerrar la idea.
-          Y si no, morimos, – afirmó Samy – no hay mucho más. 
Sus compañeros se la quedaron mirando. Sí, había dicho algo completamente obvio, y sin embargo, parecía distinto. Al decirlo calmada les llegó al núcleo de sus pensamientos organizando las confusas ideas. “Y si morimos no hay mucho más”, por supuesto que todos seguían sintiendo tristeza e impotencia, en general a ninguna persona le gusta pensar en morir e imaginarse su propia muerte, pero sintieron que era algo inquebrantable, porque de una u otra manera ya hace un año que la muerte los venía persiguiendo. Logan habló – Bueno, ya estamos acá… ha sido lo que hemos querido, ¿no? Llegar y saber para qué nos trajeron hasta este lugar, conocer a Túkmuney. Acá estamos… y sabemos quiénes somos, ¡bueno, yo creo en lo que dijo el viejo! ¿Ustedes?
Zatí alzó la vista para mirar a Logan – Sí, yo también. ¿Por qué no creerle? Que hay otra gente mala, la hay. Que Simploy es maga, lo es. Que Marakzamet es un Elfo, es cierto. Vimos a los Ripul. Que nos han traído a una cueva con un mago, sí. Y en fin, sí, nosotros guardamos a los cuatro elementos, lo sabemos más que nada, recuerdo esa vez en la extraña isla… y a Samy convirtiéndose o desapareciendo… ¿Qué raro, no? Somos nosotros, nosotros – y se tocó el pecho, los brazos, las piernas, la cabeza, y la cara – Sería muy necio de nuestra parte no darnos cuenta.
Samy y Ariel se pusieron de pie. Los cuatro se acercaron y formaron una ronda parados en el medio de la recámara. Y fue Ariel quien habló ahora – Estemos unidos, amigos, nos necesitamos. Si no les molesta y quieren, quiero que hagamos una promesa: que ninguno va dejar de lado a su compañero y que entre los cuatro nos daremos fuerzas para soportar nuestra realidad. Y que hasta el último aliento haremos lo imposible para no morir – y les ofreció las manos, como indicando que los cuatro se tomaran de las manos. Lo hicieron, la mano derecha se la tomó Logan, la izquierda Samy, y ellos tomaron a Zatí.
-          Lo prometo – segura dijo Zatí.
-          Yo también – afirmó Logan.
-          La muerte no nos vencerá, no le daremos el gusto – concluyó firme Samy. 
Ariel hizo un gesto amable y risueño. Pero entonces, sin haberlo planeado un brillo peculiar empezaba a rodearles las siluetas: a Samy uno de tonalidad roja, a Zatí uno celeste, a Logan uno blanquecino y a Ariel uno verde. 
-          ¿Qué-está-ocurriendo? – preguntó Logan acentuando cada palabra.
-          Amigos, pase lo que paso no nos dejemos – pidió Samy –, los necesito,  gracias a ustedes aún sigo viva.
Los resplandores cada vez eran más intensos. De finas líneas se iban  convirtiendo en gruesos contornos, cada vez más y más brillaban y se volvían más espesos. 
-          Tengo miedo… - les dijo Zatí.
-          Tranquilos, mantengámonos tranquilos – dijo Logan.
-          Soltémonos de las manos, creo que eso generó los brillos – dijo Ariel. 
Pero cuando quisieron hacerlo, un impulso los retuvo. Quisieron abrir las manos y despegar las palmas unas de otras, pero fue en vano, parecían estar pegados, aunque no era esa exactamente la sensación, más bien sentían estar siendo atraídos como la fuerza magnética que une los imanes. Hicieron más fuerza llegando a fruncir los rostros y a hacer doler las articulaciones de los hombros, pero sin ningún efecto más que dolor y tensión. Mientras tanto, los brillos circundantes aumentaban segundo tras segundo.   En eso, los objetos de la habitación empezaron a elevarse, la puerta comenzó a azotarse generando un ruido hueco, la cama, el pequeño escritorio, la silla y el roperito empezaron a agitarse golpeando bruscamente contra el suelo rocoso una y otra vez. Y no había caso, los cuatro portadores seguían tomados de las manos sin poder separarse uno de otro y cada vez más asustados y nerviosos. 
-          ¿¡Pero qué demonios ocurre!? – exclamó Samy, y sin poder llegar a obtener algún tipo de respuesta de sus compañeros, los cuatro gritaron de dolor.
Unidos de las manos y al mismo tiempo que gritaron, las cabezas se le fueron  para atrás porque las columnas se le arquearon unos veinte grados, seguido de efervescentes brillos correspondidos con cada uno de esos colores, que se encendieron a su alrededor en una milésima de segundo, para luego ingresar a los cuerpos de los portadores y normalizarse.
Se soltaron de las manos, se observaron fríamente entre ellos, y entonces…

4

- ¡Padre, los Elementos están aquí! – dijo Simploy alarmada a Túkmuney después de haber ido corriendo hacia la cocina, donde su padre, Ewon y Marakzamet estaban charlando. Sin hacer preguntas, a las corridas, todo el grupo se dirigió a la habitación de Ariel siguiendo a Simploy – La energía de los portadores está esfumándose, ¡siento a los Elementos! Sus cuerpos están en la habitación de Ariel, pero sus energías se disipan - fue informando Simploy a todos mientras se dirigían a toda prisa.
-          ¿¡Pero qué cominos…!? – refunfuñó entre dientes Túkmuney.
Llegaron a la puerta y todos, inclusive Agoth, sintieron una densa energía desde  esa habitación. Simploy giró el picaporte con la mano sin conseguir abrir la puerta, por eso recurrió a uno de sus hechizos. La manija se movió, la abrieron y los vieron.

5

Cuando Túkmuney dio por finalizada la charla prosiguieron a retirarse del salón. Última, Simploy aún acongojada, se detuvo al lado del sillón de su padre. Lo rozó despacio con las manos y recordó. Ella estaba en el mismo lugar acompañada de Túkmuney, entonces la niña Simploy preguntó “padre, ¿por qué estamos aquí?”. Él la miró a los ojos y posándole las manos en los hombros le contestó “porque salvaremos a la Vida, Simploy”. Luego su padre se retiró dejando a la pequeña Simploy sola.
Interrumpiendo la meditación, Agoth volvió de imprevisto llamándola. Oyéndolo, Simploy volteó para ver; y ahí estaba, apoyado contra los bordes de la puerta. 
-          ¿Puedo pasar? – le preguntó Agoth.
-          Sí, por supuesto. Estaba recordando algo - respondió ella.
-          Qué recordabas, si se puede saber…- preguntó Agoth.
-          Un momento especial en mi vida – le contestó -. Yo estaba precisamente aquí  donde estoy ahora, con mi padre. Tendría en ese momento unos seis años y le había preguntado algo sin intención de llegar más allá, era una niña - hizo una pausa y rió -. Él me respondió con la razón de nuestras vidas, algo que mi mente aún no podía comprender, y él me lo había dicho...
-          Túkmuney es una persona muy especial - le dijo Agoth, y luego agregó -, y tú también. 
Permanecieron callados al mismo tiempo que se miraban. Luego Agoth caminó acercándose a Simploy, y ella dijo amable - Gracias Agoth – sonrojándose. 
-          Sólo digo lo que pienso, Simploy.
La maga blanca no encontró más palabras para responder a tan afectuoso  cumplido. Por su parte, Agoth tomó una de sus manos y sin quitarle la mirada de encima, le dio un delicado beso. 
-          Agoth… - solamente llegó a decir Simploy mientras lo miraba a sus castaños ojos. 
Después de haber besado la mano de la hija de Túkmuney, Agoth se le acercó un poco más deseando comunicar sobre el amor que sentía por ella – Simploy – dijo y se pausó.
-          ¿Si…? – tímida respondió.
-          Quiero que sepas algo que durante todos estos años he tratado decirte – Agoth vio cómo Simploy se sonrojaba aún más -. Bueno, como te he dicho eres una persona muy especial para mí. Simploy, yo…
-          ¿Si…? – dijo ella. Lo cierto es que estaba nerviosa y, al mismo tiempo, curiosa por saber de qué se trataba eso de lo que Agoth quería decirle durante todos estos años. 
-          Hace tiempo que nos hemos conocido, hemos compartido muchas cosas desde que éramos niños, fuimos creciendo juntos, y bueno, he pensado mucho en decirte esto… - hizo una pausa, y la volvió a mirar – Simploy, siento que…
Inesperadamente, una visión atravesó la mente de la maga como un rayo.  Notando el cambio de expresión en el rostro de Simploy, Agoth detuvo su confesión - ¿Pasa algo? – le dijo preocupado. 
-          Los portadores, algo está ocurriéndoles – respondió Simploy con los ojos violetas bien abierto y el rostro serio. 
-          ¿Cómo?
-          Vamos con los otros, no hay tiempo – ella terminó diciendo y salieron de la sala hacia la cocina para informar a Túkmuney, Marakzamet y Ewon e ir directo a la habitación de Ariel donde algo extraño acababa de suceder. 

6

Antes que ninguno ponga un pie dentro, Túkmuney dijo – Momento - , y el  grupo no ingresó.
Durante el tiempo en que aprendió las artes mágicas en la caverna de los magos  antiguos, cuando tenía alrededor de veinticinco años de edad conoció la historia de los
Cuatro Grandes. Ocurrió que el maestro Zilti le entregó un libro de tres mil páginas  – Te has vuelto lo suficientemente responsable para poder leer sobre uno de los sucesos más importantes de la historia – le dijo al tiempo que le daba el libro – Lo debes leer para la clase del jueves – hecho que significó una dedicación completa para poder terminarlo en dos días. Y conoció, entre otras cosas, a identificar la posesión de cuerpos de los Cuatro Elementos Primordiales. En la clase del jueves, Zilti entró en detalles – Si llegara a ocurrir que te encuentres frente a esta situación (refiriéndose a la posesión de cuerpos por parte de los Elementos Primordiales) mantén la calma, convierte tu energía en tranquilidad, no hables demasiado, no olvides que ellos no piensan en códigos humanos, siempre sé claro en cada palabra que digas porque una sola expresión fuera de lugar puede costar la vida de los poseídos y la tuya. Ahora bien, ¿cómo puede uno saber si una persona está siendo poseída por alguno de los Elementos Primordiales? ¿Me lo puedes decir, Túkmuney? –. Recordó lo que había leído sobre las sesiones de entrenamiento de los Cuatro Grandes, contestando – Bueno, se menciona que los cuerpos que están siendo poseídos parecen estar vacíos de la personalidad de sus dueños; de un momento a otro quedan con el rostro rígido y si mueven el cuerpo lo hacen de forma recta y torpe, como muñecos que marchan -. A lo que el maestro Zilti agregó – Sí, pero además dejan de emitir la energía de los dueños. Ten presente, todos emitimos energía. Debes llegar a ser capaz de leer cada una, sabiendo diferenciarlas y relacionarlas con la persona dueña; así se trate de la energía de un animal, de un insecto, de una planta, tú debes poder leerla. Entonces, si te encuentras frente a alguien que está siendo poseído por uno de los Elementos Primordiales, además de mantenerte tranquilo, lee el cambio energético y en ese momento podrás visualizar al elemento primordial. Esto siempre y cuando los Elementos Primordiales no se estén manifestando, claro está, no habría mucho misterio, directamente verás la mutación de los cuerpos poseídos.
Como su hija había alertado, los Elementos Primordiales estaban allí; estaban  poseyendo a sus portadores, es decir, bloqueaban la conciencia de los jovencitos superponiendo las suyas, en sí, se convertían en seres activos. Entonces, se refirió directamente al grupo dándole la espalda a los genuinos cuatro elementos, y les dijo de forma cautelosa – Todos manténganse al margen, en este caso me hago cargo yo, están poseyendo a los portadores. Es una situación delicada, por favor, no interfieran, ¿entendido? – ninguno se opuso y permanecieron quietos y callados como espectadores.  El anciano mago respiró hondo, cerró un momento los ojos, exhaló paulatinamente el aire, y dio la vuelta entrando despacio a la habitación de Ariel dejando la puerta abierta. Puso atención para enfocar la energía de cada joven, estaba… casi como durmiendo, pero no había desaparecido. Pensó bien en lo que iría a decir y se animó a hablar – Ariel, Samy, Zatí y Logan ¿qué está ocurriendo aquí? Díganme. 
En seguida uno de ellos respondió con una voz tan distorsionada que casi resultaba incomprensible – No somos – dijo el cuerpo de Samy, o sea, el Elemento Fuego.
-          Pues entonces, ¿quién eres? - preguntó en tono ameno Túkmuney.
-          Fuego.
-          Fuego, ¿sabes quiénes son él, él y ella? – volvió a preguntar Túkmuney a la par  que señalaba al cuerpo de Ariel, de Logan y de Zatí.
-          Sí – sólo dijo el Elemento Fuego.
En eso lo que poseía a Logan habló – mago Túkmuney estamos atrapados en estos recipientes, el Planeta nos llama, debemos salir.
Sin titubear, Túkmuney miró al cuerpo de Zatí consultándole – Agua, ¿estás de acuerdo con las ideas de Aire? Dime. 
Transcurrieron cinco minutos y Agua respondió – Sí.
Finalmente el mago se refirió al Elemento Tierra que poseía a Ariel – Tierra, ¿el  Planeta los está llamando a Fuego y a ti también?
-          Sí, mago Túkmuney – dijo Tierra.
Túkmuney dio tres pasos más colocándose en el centro sin perder atención en cada una de las energías de los portadores y en la de los Elementos Primordiales. En eso comenzó a sentir un creciente caudal energético emanado de los cuatro elementos, focalizó aún más la visión y dio cuenta que cada cuerpo estaba siendo rodeado de un aura colorida: roja, blanca, azul y verde. Entendió lo que estaba ocurriendo: cuando los Elementos Primordiales sincronizan entre ellos se produce una entremezcla energética que les sirve para poder expulsarse y abandonar el cuerpo de lo que poseen. Pero como en este caso se trata de los propios portadores, buscarían una liberación completa para terminar de despertar. Recordó las enseñanzas de Zilti sobre el tema como una ráfaga: “un cuerpo ocupado durante un breve período de tiempo no corre el riesgo de morir si los Elementos Primordiales lo abandonaran, es más, sería algo beneficioso para la víctima, pero en el caso de los Portadores que llevan añares siendo ocupados y por ende la puerta al cuerpo está sellada debido al pasar de los años de permanecer en el mismo tipo de cuerpo, la autoexpulsión de los Elementos Primordiales provocaría una serie de lesiones muy severas tanto físicas como mentales y hasta la propia muerte. Por eso, para que tanto los Portadores resulten ilesos y los Elementos Primordiales despierten en toda su plenitud, los cuerpos y mentes de los que sean los portadores deben estar ejercitadas para la ocasión, sólo así la Magia Negra podrá ser vencida”.
Por todo esto Túkmuney no demoró y elevando la voz y el báculo de mago afirmó – Aún no pueden ser liberados, sus portadores y ustedes todavía no están dispuestos. 
-          Estamos siendo llamados – expresó Tierra.
-          Poco falta para su despertar, Elementos Primordiales - contestó el mago firme - ,  me ofrezco como ayudante para que ello ocurra al debido tiempo.
Los cuatro elementos contestaron al unísono – Aceptamos. Estaremos en latencia un año más, el Planeta nos atrae, más tiempo no podremos esperar.
-          Mis palabras serán cumplidas. Ahora duerman - rectificó Túkmuney golpeando  el suelo con el báculo.
-          Tus palabras son tomadas – parecieron recitar los Elementos Primordiales – y la  habitación tembló a causa del potente impulso que los cuatro descargaron en una milésima de segundo. Luego, los cuerpos de los portadores se desplomaron de manera abrupta.
Ya no había rastros de la densa energía propia de los Elementos Primordiales, por lo que Túkmuney permitió a los demás el paso a la habitación. Se acercaron a los cuerpos yacientes y le consultaron al mago bien cómo terminaron las cosas. Mientras él revisó agachado a los jovencitos posándoles ambas manos en el pecho y se aseguraba que ninguno había sufrido algún tipo de daño severo, tomaba sus frecuencias cardíacas y respiratorias, puso al tanto a los compañeros – Los Elementos Primordiales han vuelto a dormir, sí. Se han retraído otra vez a los corazones de los portadores. Al parecer los jóvenes se encuentran estables, ninguno resultó mal herido. Sólo han quedado muy debilitados, lo más seguro es que permanezcan así, inconscientes, durante tres o cuatro días – se enderezó ayudándose con el báculo – No hay de qué preocuparse. Ayúdenme y llevemos a cada uno a su cuarto así descansan tranquilos. 
-          Vayan, yo me encargo del señor Ariel – dijo a los demás Agoth. Lo alzó y lo acomodó en la cama sin zapatillas y tapado con la sábana. Marakzamet levantó a Samy y a Logan, uno debajo de cada axila sujetos desde la cintura, y Ewon llevó a Zatí entre sus brazos como una beba.  
Cuando hubieron acomodado a los cuatro, cerraron la puerta de cada habitación y fueron todos fuera de la caverna. 
-          ¡Uf! - exhaló Agoth fuera - Estuvimos cerca de un desastre, menos mal que llegamos a tiempo, y se miró cómplice con Simploy.
-          Padre, ¿por qué ha ocurrido? - consultó ella.
Y Túkmuney aclaró - Los jóvenes están muy sensibles, con toda la información  que han recibido están expuestos a cambios abruptos del temperamento, a fluctuaciones emotivas, todas cosas que crean un desequilibrio en ellos mismos y hacen “llamado” de los elementos, que es debido que aún duerman. Por suerte pudimos controlar la situación, y he llegado a un acuerdo que no debemos incumplir – en tono de importancia agregó - Contamos con un año para ejercitar a los portadores, plazo que en las apreciaciones temporales de los elementos es muy poco, pero que para nosotros es más que suficiente; un año es para ellos lo que viene a ser un segundo en nuestro reloj.
-          Mjm… ¿De qué tipo de ejercicio estamos hablando? – preguntó Marakzamet.
-          Del que los aspirantes a magos siguen – respondió Túkmuney.
-          Disculpa, ¿tú crees que en un año podrán ser magos? – dijo Ewon – No es algo  que se aprenda tan rápido, ¡tú lo debes saber!
-          Si no lo intentamos no lo sabremos nunca, dama Ewon – contestó solemne el  anciano – Como dije antes, no es algo de lo que pueda estar completamente seguro, pero sí creo que si estos jovencitos han sido escogidos por los Elementos Primordiales no debemos subestimarlos, así que de mi parte pondré todo para hacer despertar la Magia en ellos – fue mirando a todos – El gran Zilti me educó  especialmente para que llegado este momento sea capaz de ejercitar a los portadores y que los Elementos Primordiales renazcan completos, es decir, sin que dejen partes de su energía dentro de los portadores y lleguen a ser capaces de dirigir un ejército de seres elementales, porque es la única manera de derrocar a Óctubeus y de terminar con el Gran Sueño.
Con ojos abiertos de asombro, los misioneros de Túkmuney se enteraron de la  identidad de su maestro: ese niño que el representante de la Magia Blanca había ido a buscar eligiéndolo y cuidándolo con la vida misma, el discípulo preferido de Zilti, era el mismísimo maestro de los portadores de los Elementos Primordiales, de los receptáculos que el Planeta había elegido para custodiar a sus elementos.

7

Era un lugar inhóspito que a simple vista generaba un solo pensamiento: muerte. En este vasto campo ya no crecían ni hierbas, ni flores, ni siquiera dientes de león o malezas, de la fauna no había rastros. Se avistaba polvo, piedras, y muy a lo lejos parecía verse agua, si es que aquellos vapores humeantes color púrpura podían ser llamados agua, brotaban de entre la tierra añeja y entrecortada. La luz se había ido hace tiempo: la mayoría de los días el cielo era azul oscuro y de tanto en tanto cambiaba a un rojizo tormentoso, pero no llovía, nunca llovía. Si uno se pusiera a transitar por este sitio perdido en los mapas, los zapatos le quedarían a uno cubiertos de par en par por ese gris polvo seco y la respiración comenzaría a ser dificultosa, pesada y quedaría uno embotado y hasta tumbado. En el caso de lograr seguir caminando algunos kilómetros más hacia el este, uno se toparía con una antigua construcción de piedras, con las ruinas de lo que había sido una ciudad, eran ruinas lo bastante grandes como para pasar desapercibidas y más viéndolas en medio de este mar de muerte y soledad.
Y de pronto, un camino de tres metros de ancho trazado con adoquines negros azabache que brillaba dejándole a uno los ojos encandilados luego de tanta opacidad. Iba serpenteando la tierra polvorienta algunos metros hasta el umbral de un inmenso edificio gótico hecho con los mismos adoquines azabache. Imponente se alzaba la construcción: con cinco entradas de diez metros de alto protegidas por sus rastrillos de acero donde una de ellas tenía el puente levadizo para no caer en esos rugientes vapores púrpura. Ciento treinta y tres ventanas cada una vigilada por dos gárgolas de piedra a sus lados, seis torres coronadas con techos puntiagudos que parecían rascar el oscuro cielo, una torre de homenaje que hacía honor a su nombre enfrentaba el inhóspito paisaje, y si las seis torres parecían rascar el cielo, ésta lo traspasaba dividiéndolo en dos. Había banderas que flameaban de los mástiles engarzados de cada torre, todas con un único símbolo: el pentagrama con los dos picos de la estrella hacia arriba.
Uno puede visitar castillos por Europa u Oriente, pero nunca se encontraría con uno como este, ya sea por su magnificencia arquitectónica o por estar aún habitado y en esplendor, porque dentro de este gran castillo de brillo azabache se asienta el que pudo matar a Zilti, el gran mago negro Óctubeus. Pues estos eran sus dominios, tierras conquistadas tras ejercer su poderío mágico sobre los antiguos habitantes. Lo único memorable del antiguo pueblo eran aquellas ruinas…
Antes de haber ganado la región, Óctubeus tuvo que hacer uso de sus artilugios oscuros para desterrar a los que eran dueños hasta esos momentos; en lo único que se parecían era en el hecho de conocer de la magia. Sin embargo, no eran muy diestros en el arte, la mayoría eran iniciados y jóvenes que habían formado una comunidad para  continuar con el aprendizaje que habían comenzado con sus maestros, tenían un objetivo claro: vivir en paz y aprender la Magia. Además de la práctica diaria, eran buenos agricultores y artesanos. Dedicaban a la tarea del cultivo algunas horas de la mañana, y a la artesanía algunas horas de la media tarde cuando el sol bajaba un poco y se podían salir de las casas a tomar aire fresco, creaban con sus manos hermosas cosas: algunas de arcilla, otras de paja, había otras de madera, y también labraban muy bien las piedras. Acostumbraban a organizar fiestas al menos una vez a la semana, donde hacían de la música algo fantástico, pues varios de ellos sabían de instrumentos y notas musicales; la música era su musa inspiradora para todo, la consideraban elemental para la creación, para la inspiración y, claro está, para lograr magia. Para ese entonces, antes del ataque devastador del mago oscuro, ya habían nacido nuevos habitantes. Se trataba de los hijos de los aprendices, y resultó ser que uno de esos niños nacidos manifestó magia al nacer: se trató de una niña algo peculiar, de exótica apariencia, toda ella blanca como la luna, y sus ojos rojos como el rubí. Ocurrió que cuando el médico y la comadrona asistieron el parto, primero vieron un capullo salir de la madre, era un capullo verde que flotaba por los aires, y luego, la niña aparecía en el mundo, abrió sus ojos rubí y el capullo floreció como por arte de magia, “¡Superdotada!” exclamaron el médico y la partera al unísono.
Los padres de esta niña recibieron congratulaciones de aquí y de allí, la noticia corrió de boca en boca pasando de pueblo en pueblo; se organizaron varias fiestas en conmemoración, porque todos estaban felices ya que la niña era una prueba más de la Magia: de padres aprendices había nacido y con sólo segundos de vida hubo demostrado sus dones. Muchas felicitaciones llegaron de los Numerosos. Aunque para esos días ya no eran tan numerosos como en los primeros tiempos, aun eran un grupo considerable; este nacimiento les dio más fuerzas para levantar su estandarte. Los más ancianos estuvieron orgullosos del pueblo de aprendices formado, pues estaba contagiando a más jóvenes a seguir el ejemplo, lo cual, los dejaba tranquilos si les llegaba la hora y tenían que dejar este mundo, habiendo nuevas generaciones para defender sus ideales.
Pero entre tanta emoción y algarabía llegó en un día de esos un hombre a caballo cubierto con una capa de seda negra, pulcro y de aire siniestro, y sin siquiera devolver el saludo a los jóvenes que paseaban por el camino que daba entrada al pueblo, avivó a su animal y entró estrepitosamente en una sola dirección (casa de la niña superdotada, casa de la niña superdotada, casa de la niña superdotada, casa de la niña superdotada). Y sin más, la halló, entró sin desmontar y encontró a su madre dándole el pecho a la mismísima niña. Alzó su mano y la niña se desprendió de golpe. La madre gritó – Deme a mi hija, ¿cómo se atreve? ¿Quién es usted? - . El extraño se quitó por un momento la capucha y allí se vieron por primera vez, la niña superdotada y Óctubeus.
-          ¿Cómo se llama la magnificencia de la Naturaleza? - le preguntó a la madre.
-          ¡Ya, deme a mi hija! - gritó una vez más con ojos relampagueantes.
-          Pues entonces le pondré el nombre que se me plazca, basura – le respondió  Óctubeus sin cuidado. Y salió montando con la niña en los brazos envuelta en su oscura capa.
Sin perder tiempo, la madre salió de su casa y exclamó a sus vecinos - ¡Se la  lleva, se está llevando a Simplem! - a lo que todos respondieron. Dejaron sin cuidado las tareas y salieron en resguardo de la niña, corrieron para alcanzar al ladrón, y los más diestros con la magia fueron lanzando algún que otro hechizo, pero sin efecto. Y el oscuro se detuvo por un momento - ¡Ja, acaso piensan que eso es la Magia, ignorantes! - les dijo altivo.
-          ¡Devuélvenos a nuestra hija! - gritó el padre de la niña.
-          ¿Su hija? Ella es la hija de la Naturaleza, estúpidos, ¿cómo puede ser la hija de  unos retrógradas como ustedes?
-          Es nuestra hija, yo la parí, ¡démela! - le gritó la madre sin miedo.
-          Escoria, esta niña me pertenece de ahora en más, olvídense de ella y de todo este  mundo de fantasía en el que viven - y se quitó otra vez la capucha - ¡Ahora verán lo que es la Magia, algo que ustedes nunca podrán usar porque no han sido elegidos! Aprenderán a respetar a los magos de verdad - y alzó su brazo derecho abriendo la mano - ¡Utzclof aminodatek! - pronunció y de pronto mil rayos púrpura emergieron de su mano derribando a todo lo que se cruzara, todo explotaba, se desvanecía, moría, desaparecía para nunca jamás volver a ser. 
Los prados, los cultivos, los instrumentos, las aguas dulces, la luz, todo fue diciendo adiós, las casas se desmoronaban formando ruinas de piedra… Y un llanto se oyó – Ya estás a salvo, Simplem, ¿así que es así cómo te llamas? – le dijo Óctubeus mirándola a esos ojos rubí - Serás el vehículo de mi progenie.
Nada más pasaron tres días y el enorme edificio azabache ya estaba levantado imponente como hasta estos días. De la niña no se supo más nada hasta pasados largos y lentos años. Y ocurrió una paradoja, porque cuando se supo de la niña (que ya no era una niña) Óctubeus la perdió para siempre. Porque un buen día, Simplem huyó del castillo y de aquellas tierras muertas, pero no se fue sola, para entonces en su vientre anidaba algo más que un bebé, había Magia. Cómo hizo para huir de las manos del gran mago oscuro, sólo ella lo supo, pero lo cierto es que nunca más Óctubeus pudo dar con la jóven Simplem, con la doncella albina que sorteó la magia del gran Óctubeus, con la legendaria superdotada, como se la recuerda en las leyendas que sólo conocen los que saben de la Magia.
La ira llenó al mago oscuro, puesto que buscó de norte a sur, de este a oeste sin hallar ningún rastro de su pieza mayor. Hasta que hizo una especial visita a las Brujas del Sur, las brujas que se dice todo lo ven, y se enteró que su progenie había nacido, lejos de él y de sus aposentos, pero nacido al fin.
Ahora, en su enorme salón, intrigaba el gran golpe que, según él, lo elevaría a la victoria eterna.
 
A. M.